Enseñar a tu hijo a expresar con palabras cómo se siente es uno de los objetivos que debemos conseguir como madres o padres. Mucha veces nos encontramos con niños inseguros y que no saben expresar sus sentimientos en situaciones complicadas o incluso en situaciones felices. Como padres, debemos crear ambientes seguros y ayudarles a entender sus emociones para así poder en el futuro enfrentarse a ellas.
En el pasado, las metodologías educativas que se seguían y practicaban anulaban estos sentimientos y “culpaban” al niño de aquello por lo que se molestaba, aquello que le dolía, etc, con expresiones como: “no te quejes”, “no llores más que no ha sido tan fuerte el golpe”, ó “no me digas que no te gusta”.
Actualmente son varios psicólogos y expertos educativos los que han demostrado que aquellos niños que desde temprana edad tienen la oportunidad de expresarse libremente y comprender sus emociones, desarrollan una inteligencia emocional en mayor medida; entendiendo la inteligencia emocional según Daniel Goleman, como el reconocimientos de mis emociones y las del resto, así como la discriminación de diferentes sentimientos.
Por ello debemos dejar que nuestros niños aprendan a controlar sus emociones, tanto positivas (alegría, exaltación, sorpresa), como negativas (ira, celos, odio, miedo), para así poder entenderlas y enfrentarse a ellas desde el mejor de los conocimientos. Una vez que el niño verbaliza el problema, ya podemos ayudarle y afrontarlo junto a él.
Os propongo una técnica sencilla, nos ayudará a adentrarnos en el corazón de nuestros niños y conocer cómo se siente ante diferentes situaciones. Las respuestas serán variopintas pero debemos de analizarlas y comprenderlas desde un lenguaje adulto.
Os animo a simular este “juego” en un momento en el que estéis abrazados, acariciándoles o mostrándoles cariño. De esta manera, ellos se sentirán seguros y capaces de responder a las preguntas sin ningún tipo de miedo. También es un buen momento para realizar esta actividad cuando nuestro niño se siente frustrado, agobiado o disperso, le ayudará a concretar su pensamiento y a entender qué pasa.
Al principio no recibiremos una respuesta mayor que el silencio, pero si actuamos como modelos para nuestros hijos y expresamos el dolor cuando nos damos un golpe, la tristeza cuando hemos tenido un día malo o la alegría cuando nos da un beso, ellos podrán tomarnos como ejemplos y sentirse más confiados a la hora de expresarse en la casa, en la escuela o en el parque.
La regla de oro para que funcione y consigamos formar niños con una inteligencia emocional alta, es escucharles y empatizar con ellos en todo momento. Este juego puede serviros para conoceros mejor, conectar con ellos y adentraros en su corazón.