Muchas veces hemos escuchado la expresión de los “terribles dos años” por ser la etapa más significativa de las rabietas infantiles, debido a que el niño quiere comenzar a independizarse y ser autónomo (come solo, se desplaza, decide con qué jugar, etc.) y su expresión más común es la del “no” que irrita y estresa a los padres por ser un tira y afloja constante.
Es importante saber que no solo las rabietas se dan en los dos años, sino que puedan prolongarse hasta los cuatro o incluso cinco años, dependiendo del niño. Lo que debemos dejar claro en todo momento al niño es que siempre estaremos a su lado y le querremos y le cuidaremos, ya que las rabietas son luchas internas entre lo que debe y quiere hacer con la incomprensión de sus padres, que les provocará sentimientos negativos y de frustración.
Por parte de los padres, en lo que se refiere a su actuación en el momento de la rabieta, deben de mantenerse firmes, los niños necesitan y agradecerán unos límites en sus vidas; además, el padre/madre/tutor deberá explicarse de manera breve el porqué debe hacer o dejar de hacer algo; también es importante no responderle gritando o enfadados ya que eso no ayudará a que él entienda qué pasa, y explicarles que si grita no le entendemos y no podremos llegar a un acuerdo; también es importante salir del espacio donde se ha originado la rabieta, cambiar de escenario ayudará a dejar atrás lo que pasa; o incluso otra pauta importante es darle la opción de elegir entre dos cosas, no entre muchas, ya que así no habrá lugar a indecisiones, enfados, pataletas (Ej.: “De postre hay plátano o manzana, ¿cuál de esas dos quieres?”; y no decir, ¿”qué quieres de postre?”, ya que si elige chocolate y no hay o no queremos dárselo dará pie a una rabieta).
Además, hay diversas actividades que podemos realizar con los niños que les ayudarán en estos momentos de frustración interna, provocando en ellos una relajación, calma y paz que les ayudará a entender qué pasa y cómo deben afrontarlo.
La primera de ellas es muy conocida en la pedagogía Montessori, es la actividad del frasco de la calma. Consiste en un bote compuesto por pegamento, purpurina, agua, jabón, etc. que ayudará al niño a centrar su atención y controlar su respiración. Es importante que el adulto acompañe durante todo el proceso y sobre todo que deje claro que el frasco de la calma no es un castigo, sino un juego/ejercicio que le servirá para controlar su corazón, entender sus emociones y relajarse.
El niño en el momento de la rabieta debe agitarlo fuerte y concentrarse en los movimientos de la purpurina dentro del frasco, esto le permitirá controlar su ritmo cardíaco y salir del momento de bloqueo. Después de esto será el momento de hablar con él sobre qué ha pasado y cómo se puede solucionar.
Otra actividad muy recomendada es la tortuga, que tiene una finalidad igual a la del frasco de la calma. En este caso el niño en el momento de la rabieta se hace un “huevo” imitando a una tortuga metida en su caparazón. Ahí, en su sitio seguro el niño comenzará a respirar, a sentirse tranquilo y comenzará a abrir el caparazón cuando esté preparado.
Otro ejemplo de actividad para controlar las rabietas es tener en casa un rincón de la calma, un lugar seguro donde el niño sienta que pueda estar tranquilo, pensar y relajarse. El niño acudirá allí cuando su cerebro se bloquee y necesite entender sus emociones, por ello debe ser un lugar sin restricciones.
Debe ser un lugar tranquilo, con cojines, mantas, algún peluche que pueda abrazar, etc. El niño debe de entender que ese lugar no es un lugar de castigo sino una guarida para poder pensar.
Espero que estas tres pautas os sirvan para gestionar las rabietas en los más pequeños, los niños aprenden rápido y mientras se les expliquen las cosas serán ellos quieren automáticamente realicen una de estas actividades porque se sentirán mejor al hacerlas.